LA SOCIEDAD JEFE



Consultado el origen del término lo encontramos en el latín como las “societas”.         
Las sociedades  siempre están conformadas por más de uno, o una.  Gustos  y criterios comunes los identifican, los señalan. Comparten criterios, se relacionan y conforman una comunidad.

Un trabajador y un jefe, o un jefe y un trabajador, también forman una sociedad.  Jefe  y trabajador se necesitan. Si no existiera uno de ellos, “el otro tampoco existiría”.
Ambos deben luchar para obtener una confianza mutua  que le permita, a la compañía representada por ellos, obtener resultados positivos.

No todos los ejecutivos alcanzan  este propósito. Les da trabajo relacionarse con quienes están en su entorno. Esa dificultad no les permite conquistar la confianza del trabajador que, automáticamente, se margina. No suma.

Impulsar la capacidad de  cada servidor, estimulando y estudiando propuestas y proyectos. Felicitándolo por actitudes surgidas de su inspiración son valores para que  “la sociedad” camine. El trabajador debe también aportar para llegar a la confianza que  la empresa depositará en su caminar. En su accionar con su jefe. Cualquier actitud negativa tendrá un resultado negativo de gestión y, por lo tanto, empresarial.

 Jefe y trabajador deben caminar la misma ruta. Una actitud común influye en el accionar del otro.               Un jefe no es aquel que lo dice, que lo anuncia, que manda. Un jefe dispuesto a oír, a buscar soluciones, a escuchar a todos.

Un trabajador postergado es un herido en el campo laboral. Nunca un trabajador debe sentirse desamparado de un superior. Ambos deben  tenerse  confianza para brindarse un apoyo múltiple. Un jefe debe guiar a sus colaboradores. No basta con alzar la voz. Eso no es respeto para el trabajador.

En  “una sociedad” se respetan todos para obtener buenos resultados.